“Cuando hablamos del ojo seco, todavía podemos mejorar en todo”. Esta frase de la óptica-optometrista, doctora en Ciencias de la Visión e investigadora principal en el Instituto Universitario de Oftalmología Aplicada (IOBA) María Jesús González pone de manifiesto el camino que todavía queda por recorrer para abordar esta enfermedad inflamatoria de la superficie del ojo, cada vez más prevalente, pero que, a día de hoy, no tiene cura y presenta dificultades incluso para su correcto diagnóstico.

De hecho, la incidencia puede variar desde el 1-3% de la población mundial que tiene diagnosticada la enfermedad hasta el 50% si se tienen en cuenta las personas que padecen síntomas compatibles, entre ellos, esa sequedad que le da nombre, picor en los ojos, dolor o sensibilidad a la luz, y que además pueden variar a lo largo del día por factores externos y ambientales.

En Castilla y León, un estudio de varios autores, entre ellos la doctora María Jesús González, y publicado en Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología en 2011, establece la prevalencia del ojo seco entre el 24,2 y el 45,8% de la población, según una muestra representativa tomada en Valladolid, con mayor afectación entre las mujeres. Usando el criterio diagnóstico más ajustado, se encontró una prevalencia del 27,6% en mujeres y del 19,6% en hombres (*).

“Por un lado, tenemos los síntomas por un motivo en concreto, como el uso de mascarillas, los ordenadores, las calefacciones de aire… Y por otro, la enfermedad de ojo seco, en la que ya existe una inflamación de la superficie ocular por detrás; hay que distinguir esas dos entidades, que en algún momento se mezclan, por lo que es necesario hacer todas las pruebas adecuadas para saber si la enfermedad está asociada a alguna circunstancia temporal o es algo más duradero en el tiempo”, explica la doctora.

Grupo de investigación en Superficie Ocular (GSO)

En este sentido, el Grupo de investigación en Superficie Ocular (GSO) del IOBA –al que pertenece María Jesús González junto a otros 12 doctores en diferentes disciplinas bajo la dirección de la profesora Margarita Calonge– trabaja por conseguir un biomarcador mediante el análisis de lágrimas de personas afectadas por ojo seco para poder aplicarlo en la clínica y “lograr que, con un único test, se averigüe si alguien presenta o no la enfermedad”. Para avanzar en el diagnóstico, este grupo también está aportando importantes avances en el desarrollo de cuestionarios más estandarizados para el análisis de los síntomas y la percepción subjetiva que tienen los pacientes, porque, al final, “lo que define la enfermedad no es la inflamación, sino los síntomas, lo que le impide a una persona, por ejemplo, poder trabajar”, añade la especialista.

Estamos, además, ante una enfermedad crónica, sin cura, “a veces un poco olvidada”, pero que puede llegar a afectar de una manera grave a la calidad de vida de los pacientes, “por lo que hay que incidir en lo que podemos hacer para mejorar la sintomatología”. En este ámbito, este grupo de investigación del IOBA también trabaja en el uso de sustancias naturales con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes para el tratamiento de ojo seco, con “resultados esperanzadores” en laboratorio utilizando modelos celulares humanos.

 

 

“El origen inflamatorio del ojo seco es un hallazgo relativamente nuevo, y ahora lo ideal sería encontrar un cura real para estos pacientes, pero de momento solo tenemos tratamientos paliativos que mejoran la situación y, en este sentido, también se está trabajando en encontrar fármacos más eficaces, aunque todavía estamos lejos de conseguir que puedan revertir la enfermedad”, explica la experta.

Preguntar al óptico-optometrista

Por todo ello, a día de hoy lo más importante “es ser conscientes de una enfermedad que es más habitual de lo que pensamos” y referir los síntomas al óptico-optometrista de confianza. “Nosotros, como profesionales de salud visual, también debemos ser conscientes de que este problema cada vez está más presente, sobre todo en gente de mayor edad; debemos preguntar y detectar, realizar si es preciso un examen de la superficie ocular, que se puede hacer perfectamente en una óptica con los aparatos y la formación que tenemos, y derivar al especialista en los casos más graves, que pueden necesitar medicación”, según indica María Jesús González.

En los cuadros más leves, “aquellos que apenas presentan daño en la superficie ocular, pero sí muchos síntomas que afectan a la calidad de vida”, los ópticos-optometristas deben pautar el uso habitual de lágrimas artificiales e incidir “en que en el bolsillo no curan, porque muchas personas las dejan de utilizar incluso viendo las mejoras que se consiguen con una correcta humectación del ojo, no solo de forma instantánea, sino también una mejora que se logra mantener en el tiempo si se utilizan todos los días”, añade.

Del mismo modo, es fundamental seguir las recomendaciones de los ópticos-optometristas en cuanto a las pautas de higiene visual, como pueden ser huir de zonas con poca humedad, evitar que el aire de la calefacción dé directamente en los ojos, reducir las horas de uso de los dispositivos electrónicos y, sobre todo, aumentar la frecuencia de parpadeo, también cuando leemos o realizamos una tarea que exige alta concentración visual.

Aumento de la sensación de sequedad por el uso continuado de mascarillas

Es necesario también intentar corregir las circunstancias que, en un momento determinado, pueden desencadenar síntomas compatibles con el ojo seco, como está ocurriendo ahora con el uso continuado de las mascarillas, ya que muchas veces no se ajustan a la nariz y el aire sale por la zona superior, provocando que la lágrima se evapore y aumente la sensación de sequedad. La solución, como comenta la doctora en Ciencias de la Visión, pasa por ajustarse muy bien la varilla que lleva incorporada la mascarilla y, a medio plazo, controlar si los síntomas desaparecen.

En este sentido, la investigadora constata que esta prevalencia creciente del ojo seco puede estar también asociada a la crisis sanitaria que vivimos desde hace ya un año, que nos ha exigido pasar más tiempo en interiores, así como a un aumento de las horas laborales y de ocio frente a las pantallas; pero también, a nivel global, algunos estudios apuntan a un incremento continuo de la contaminación ambiental y, en concreto, a olas de calor cada vez más largas y más intensas, que repercuten en el correcto funcionamiento de la superficie ocular.

En el día a día del manejo de este problema visual, el Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (COOCYL), que mantiene una estrecha colaboración con la Universidad de Valladolid, a la que está adscrito el IOBA, recuerda la importancia de las revisiones visuales periódicas para avanzar en la detección precoz y en el tratamiento adecuado, así como en la derivación a otros especialistas si fuera necesario.

La decana de COOCYL, Inmaculada Aparicio, confirma que desde hace años se aprecia un incremento en la sintomatología asociada a problemas lagrimales, bien por falta de producción, por inflamación, evaporación… apreciando en este último punto que, asociado a los problemas ambientales y de contaminación, hay que añadir el uso de mascarillas y el gran número de horas de uso de los dispositivos digitales.

Ante este escenario, “los ópticos-optometristas tenemos mucho que aportar, ya que, en primer lugar, contamos con los conocimientos y medios para analizar donde está focalizado el problema y, de esta manera, comprobar si es o no necesaria una derivación al especialista; en muchos casos, además, podemos aliviar los síntomas y conseguir mejorar nuestra calidad de vida, ya que un problema de sequedad ocular afecta enormemente a la comodidad, acentuándose al final del día, lo que repercute en la visión y motiva que, en ocasiones, haya que dejar de hacer ciertas actividades”, añade la decana.

En la misma línea, la secretaria general de COOCYL, Ana Belén Cisneros, señala cómo desde “nuestros centros sanitarios de óptica y optometría podemos dar consejos de higiene visual para mejorar la calidad de la lágrima en determinadas circunstancias, como las actuales”, entre ellos, aumentar el parpadeo cuando se trabaja en visión próxima con pantallas de visualización de datos (tanto móviles y tablets como ordenadores), forzar los descansos cada 20 minutos mirando a lo lejos al menos durante 20 segundos (la regla del 20/20/20), aumentar la humedad de la habitación (controlando la sequedad de la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano) y proporcionar lágrimas artificiales sin conservantes.

(*) Falta de concordancia entre los cuestionarios y las pruebas diagnósticas en el síndrome de ojo seco. G. Fuentes-Páez, J.M. Herreras, Y. Cordero, A. Almaraz, M.J. González y M. Calonge. Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología. 2011