√ La campaña ‘La Salud Visual en las distintas etapas de la vida’, del Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León, se detiene en la conocida como ‘vista cansada’, una anomalía visual que empieza a aparecer en torno a los 40 años y que no se puede evitar, pero sí atenuar y, sobre todo, corregir adecuadamente

√ El también llamado ‘síndrome de los brazos largos’ afecta ya a la mitad de la población española y su prevalencia va en aumento por el progresivo envejecimiento, especialmente relevante en una comunidad como Castilla y León

 

 

Tarde o temprano todos padeceremos presbicia. De hecho, su prevalencia alcanza ya a la mitad de los ciudadanos en España, y aumenta cada año por el progresivo envejecimiento de la población, especialmente en una comunidad como Castilla y León. Aunque no puede evitarse, es crucial estar atento para ralentizar los primeros síntomas y, sobre todo, acudir al profesional de la atención primaria de la salud visual para su adecuada corrección.

El Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (COOCYL) dedica una nueva entrega de su campaña La Salud Visual en las distintas etapas de la vida a difundir los principales consejos a la hora de abordar la presbicia, una anomalía visual que comienza a aparecer en torno a los 40 años cuando la capacidad de acomodación (enfoque) de los ojos se muestra insuficiente para realizar cualquier actividad en visión próxima si no se recurre a la ayuda de lentes compensadoras, bien sean gafas o lentillas.

Como explica la vicedecana de COOCYL, Ana Belén Cisneros, “la conocida también como vista cansada se produce por el endurecimiento del cristalino del ojo que sucede con el envejecimiento; a medida que se vuelve menos flexible, ya no puede cambiar de forma para enfocar imágenes cercanas y, en consecuencia, se ven fuera de foco, con lo que la capacidad para ver bien de cerca va disminuyendo paulatinamente”.

Los signos de alerta son muy claros, porque “empezamos a separarnos de lo que estamos leyendo, por eso se conoce también como el síndrome de los brazos largos, y necesitamos cada vez más luz para cualquier actividad de visión cercana”, añade.

Al ser una disfunción fisiológica natural producida por el cristalino, la presbicia puede manifestarse en pacientes con astigmatismo, miopía o hipermetropía, haciendo que los defectos refractivos coexistan en un mismo periodo de tiempo a partir de los 40 años.

Primeros síntomas

En este sentido, la experta de COOCYL advierte que “ante los primeros síntomas, es muy importante una revisión visual con nuestro óptico-optometrista para realizar un análisis correcto de este defecto refractivo y establecer las soluciones personalizadas más adecuadas”.

Porque, aunque la presbicia no se puede prevenir o evitar, en las primeras fases sí que pueden atenuarse los síntomas con medidas de higiene visual, como tener una buena iluminación a la hora de leer, evitar reflejos de la luz solar sobre nuestro ordenador o situar el texto por debajo de la línea media de la mirada.

Del mismo modo, es importante tener una correcta hidratación ocular, utilizar gafas de sol de calidad, mantener una alimentación equilibrada y realizar revisiones periódicas con los profesionales de la visión. También se recomienda pasar menos tiempo delante de pantallas y realizar descansos cada 20 minutos.

Corrección de la presbicia

En cuanto a la corrección de la presbicia, es crucial que sea personalizada, y esto no se consigue con las gafas premontadas, que se fabrican en serie y no tienen en cuenta las características morfológicas y visuales de cada usuario.

Por ejemplo, para una persona con astigmatismo en alguno de los ojos o para alguien que no tenga las mismas dioptrías en ambos lados, estas gafas de lectura son totalmente desaconsejables, incluso para un uso esporádico. Pero es que, además, cada persona tiene una distancia interpupilar diferente, y hay que medirla con precisión en un establecimiento sanitario de óptica para que el centro óptico de la lente de cada ojo coincida con el de la pupila, mientras que en las premontadas esta medida es estándar. Otros tratamientos que incluyen las lentes de óptica, como el endurecido o el antirreflejante, tampoco existen en estas gafas premontadas, y son importantes porque mejoran la calidad de la visión.

Las gafas y lentes de contacto adquiridas y personalizadas por un óptico-optometrista son el método más sencillo y seguro para compensar los efectos de la presbicia. Podemos utilizar gafas con lentes monofocales, que permiten ver bien de cerca; ocupacionales, ideales para trabajo con ordenadores o para estudiar; o progresivas, que ofrecen una visión cómoda, precisa y sin esfuerzos para todas las distancias, aunando en una misma lente todas las graduaciones necesarias para un mismo usuario.

En lentes de contacto, los materiales de nueva generación han posibilitado que cada vez resulte mucho más cómodo llevarlas todo el día y también pueden utilizarse en el sistema de monovisión, donde se utiliza el ojo dominante para visión cercana, o recurrir al método más eficaz y más empleado actualmente, las multifocales, que proporcionan múltiples puntos de enfoque en la retina permitiendo conseguir nitidez a distintas distancias.

Tanto las progresivas como las multifocales permiten corregir otros problemas de refracción al mismo tiempo, lo que las convierte en la mejor opción para personas miopes, hipermétropes y/o astígmatas desde hace años. Para completar en menos tiempo el proceso de adaptación, que puede ir desde unas horas hasta semanas, se recomienda realizar una serie de ejercicios sencillos dirigidos por un óptico-optometrista y acudir a la consulta las veces que sean necesarias para realizar los correspondientes ajustes de forma personalizada.

Métodos farmacológicos y quirúrgicos

Aparte de estas soluciones optométricas, existen también métodos farmacológicos y quirúrgicos, aunque con importantes limitaciones, y es necesario valorar siempre estas opciones de forma individualizada con un especialista oftalmólogo. Respecto a las cirugías, a día de hoy hay varias técnicas que permiten corregir la presbicia, pero es fundamental la evaluación por parte de un especialista, ya que existen contraindicaciones debido a enfermedades como glaucoma, cataratas, retinopatías o patologías de la córnea. Igualmente, hay que tener en cuenta otros factores de riesgo, como el ojo seco severo o las alergias.